lunes, 23 de mayo de 2011

De libretas y escrituras



“Pero no hables de los jardines,
no hables de la luna no hables de la rosa,
no hables del mar. Habla de lo que sabes.”
–Alejandra Pizarnik




Esta mañana encontré en un puesto callejero una libreta, de esas hechas a mano, forro de tela y encuadernado artesanal.
Decidí comprarla porque la libretita tenía aires de exigencia, es decir, yo quería estar con ella; y todavía más increíble, ella quería estar conmigo.
Seducida por su encanto la lleve a casa.
En mi cuarto, ya a solas y con más confianza, la observé detalladamente. La tomé por el lomo, acaricié la portada, escuché el sonido de sus hojas que distraídamente revoloteaban entre mis dedos. Se entregaba a mí.
Entonces, cuando pude concretar los ritos decidí rehacer el mundo en ella, porque las dos así lo queríamos.
Afine en tono adecuado mi pulso y tomé el bolígrafo de punto fino, luego le susurré cuidadosamente una letra tras de otra: te escojo a ti como cómplice cercano, perversiones de tinta negra y hojas blancas, cofre diminuto de vértigos y vacíos, tejidos y deshilachos, enojos y sonrisas, noches puestas en el fuego, los siete sellos abiertos, sueño profundo, guardadora oficial, la pesadilla, el día bueno, el cuento malo, la inconsciencia, mis fallos, mi mala ortografía, la buena sintaxis, aplicaciones semióticas, hermenéutica barata, filosofía mal entendida, su-nombre-el-tuyo-el-de-ellos-el-mío…